2 nov 2009

Campañas de Pendragón

¡Saludos a los Viajeros!

Como algunos sabréis, esta semana he tenido un ligero contratiempo en forma de esguince de tobillo, que me ha limitado un poco a la hora de sacar ganas de escribir. Bueno, eso y una ración intensiva de World of Warcraft jeje.

El caso, es que en La Frikoteca hace algunos días, nos publicitaron la Campaña de Pendragón que estamos contando a través de este humilde blog, junto con el blog de Lato, otro de los habituales, que también está a punto de comenzar en Ex Calce Liberatus (Chicos, comenzamos a hacernos famosos!)

Es un honor esa nota, puesto que fue gracias a la Frikoteca que yo me animé a hacer mi campaña, y animo a los visitantes que echen un ojo a esos blog, que están de PM (mis jugadores, que no se pasen, por si saco ideas de allí jaja)

Por supuesto les devuelvo ese enorme favor, así que, entrad entrad en sus blog!

En otro orden de cosas, ya que estoy publicitando, Area 51, probablemente la mejor tienda de comics de Las Palmas, tiene página web, por si queréis echarle un vistazo: Area 51

Prometo que en breve comenzaré a publicar cosas mas productivas, lo juro!

Saludos

Año 484. Los Bandidos del Bosque. Parte 1


“¡Acercaos! ¡Venid todos a escuchar mis palabras! Yo, Gaeldas el Bardo, os contaré las aventuras y desventuras de grandes héroes. Traedme una buena bebida, y os narraré de aquellos tiempos en los que los jóvenes caballeros, Sir Gunner y Sir Loic, se convirtieron en el terror de sus enemigos. De cuando el Oso de Salisbury y el hábil caballero de la Lanza se adentraron en el peligroso bosque en busca de los escurridizos y malvados bandidos. ¡Venid y acercaos he dicho! Pues así continúa su historia…”




Cierto día, mientras los caballeros pasaban el tiempo en sus tierras de origen, entrenando sus habilidades, fueron convocados por su señor, el Conde Roderick, a que se presentaran en Sarum. Como honrados caballeros mantenidos que eran, tanto Sir Gunner como Sir Loic acudieron prestos a la llamada de su señor, acompañados de sus escuderos.

Una vez allí, en el corazón de Salisbury, fueron recibidos en el castillo del Conde, y el chambelán los hizo pasar a un salón menor. Allí, se encontraban los hombres de confianza de Roderick. Sir Amig, Sir Elad, Sir Hywel y Sir Jaradan se situaban alrededor de una pequeña mesa redonda, atentos a un mapa desplegado sobre la misma y escuchando con atención las palabras del Conde.

Tras la bienvenida, el Conde explicó a los nobles caballeros que los asaltos de bandidos seguían extendiéndose por todo el contado, y que ahora eran incluso más habituales. A pesar de sus esfuerzos, y de reforzar las patrullas que recorrían la zona oeste, éstos siempre atacaban con precisión, como si supieran sus movimientos con antelación.

El problema residía en que el rey Uther había hecho un llamamiento de sus nobles para enfrentarse al Rey Aelle de Sussex, y el Conde debía acudir.
Como no quería dejar el problema de los bandidos sin solución, había decidido encomendar la tarea a los jóvenes y prometedores Gunner y Loic.

Sometió la decisión a consejo, y Sir Amig se negó, alegando que no estaban preparados, aunque no pudo evitar miradas de odio para el joven Gunner, debido a su sangre sajona. Pero Sir Jaradan, la Espada del Condado, conocedor de la valía de los jóvenes, dio su apoyo, al igual que Sir Elad, que los había entrenado. De este modo, quedó decidido que los caballeros partirían lo antes posible hacia el Señorío De Falt, el último en ser atacado.

Salieron pronto, cabalgando a buen ritmo, y pronto se internaron en la linde del bosque, siguiendo un afluente del Río Avon, al norte de Modron’s Forest. Mientras se acercaba a su destino, se encontraron con campesinos, que les lanzaban miradas de soslayo, previniendo el peligro. Los caballeros se percataron que los habitantes de aquellas tierras estaban asustados por los malditos bandidos.

Al llegar a un gran claro robado al bosque, un caballero, vestido con ropas nobles pero antiguas, les salió al paso montado a caballo, junto con otros dos jinetes. Con expresión preocupada, interrogó a los recién llegados por su identidad y propósitos.
Estos, sin tener en cuenta la grosería del caballero, que no se había presentado, dijeron sus nombres y el motivo por el que se hallaban allí.

Al instante, el caballero cambió su actitud, relajándose ostensiblemente. Excusándose, se presentó como Sir Andrew De Falt, señor de ese humilde señorío, y víctima del último ataque de los Bandidos del Bosque.
Éste, acompañado por Sir John y Sir Ulric, los escoltó hasta su casa, un edificio grande cerca del río. Los caballeros comprobaron que, realmente, sus posesiones eran muy humildes, y que algunas de las casas de los campesinos aparecían quemadas o destrozadas.

Sir Andrew los invitó a una frugal cena, dónde les presentó a su única hija, Lady Erin, la única familiar con vida que le quedaba, pues su esposa había muerto años antes.
Mientras cenaban, el señor les puso al día de la situación, y entre todos pensaron un extraño, arriesgado y sorprendente plan.

Necesitarían dos carretas. Luego, harían circular entre los campesinos y los señoríos vecinos, el rumor de que el señor iba a partir en breve, por temor a los bandidos, y que se llevaría sus provisiones y riquezas hasta que el Conde Roderick acabara con el problema.
Sus escuderos, portando sus armas y escudos, escoltarían la caravana, mientras en el interior de los carromatos, en lugar de comida y dinero, estarían los caballeros, acompañados por Sir John y Sir Ulric, preparados para una emboscada.

Suponían que, si como pensaban, había un traidor que informaba a los bandidos de los movimientos de los caballeros, se enterarían de la partida del Señor, y a pesar de lo extraño de la situación, no podían dejar pasar la oportunidad de apoderarse de tal botín.

Y así fue.

La caravana partió por la mañana. Los jóvenes caballeros iban entre bultos de paja, cubiertos por una pesada lona, en un calor asfixiante. En algunos momentos, los caballeros estuvieron a punto de perder el conocimiento, debido al calor, pero aguantaron como jabatos.

De pronto, un árbol caído les impedía el paso. Un hombre sonriente, armado con una ballesta, les dio el alto.

-Bueno, a estas alturas, todos sabemos que significa esto. Así que, ¿por qué no tiráis las armas y terminamos esto pronto?- Tom el Largo, Bandido del Bosque.

Los escuderos, ataviados con las vestimentas de los caballeros, arrojaron las armas, y de entre las ramas surgieron más ladrones. Uno de ellos se acercó a la carreta de Loic y Gunner, y sujetando al conductor, lo tiró al suelo de malos modos. Cuando se subió al pescante, para levantar el toldo, Sir Loic se alzó, y lanzó una certera estocada con su lanza, que derribó al bandido al instante.

Con un bramido de guerra, Sir Gunner, el Mataosos, bajo de un salto de la carreta, y se abalanzó contra sus enemigos. Sir Loic, hizo otro tanto, pero por el lado derecho de la misma. Dos bandidos se acercaron al celta, que movió su lanza centelleante con habilidad, su acerada punta centelleando y portando muerte.

Acabó con sus enemigos, pero una traicionera flecha, se ensartó en su muslo. Rechinando los dientes por el dolor, consiguió subir a uno de los caballos que tiraban de la carreta. Cortó las cuerdas, y con habilidad se lanzó contra los enemigos.

Sir Gunner, por su lado, se enfrentaba con decisión a los bandidos. En su escudo lucían clavadas sendas saetas, y recibió alguna que otra herida, pero a pesar de todo, su hacha hizo su trabajo. Con un fuerte tajo, acabó con la vida de su enemigo, y contempló el follaje tras la protección de su escudo.

No tardó en localizar a los ballesteros, y haciendo honor a su nombre, se abalanzó como un oso contra ellos, enarbolando su arma.

Sir Loic taloneó los flancos de su montura, y se lanzó contra el líder de los bandidos, el enjuto ladrón que se hallaba subido al tronco. Con un tirón de las riendas, el caballo se encabritó y el caballero lanzó un golpe contra el ladrón, pero falló por poco, y este saltó del tronco, intentando huir.

Con pericia, el Caballero de la Lanza partió tras su rival, pero a pesar de su habilidad en la monta, los numerosos árboles impedían que alcanzara al llamado Thom el Largo. Desmontó de un salto y comenzó a perseguirlo. Haciendo gala de su proverbial destreza, alcanzó a su enemigo, y con su lanza lo hizo caer.

Mientras tanto, tanto Sir Gunner como los caballeros de sir Andrew, los valientes John y Ulric, derrotaron a los bandidos restantes. A pesar del riesgo, y de las heridas sufridas, no había que lamentar bajas en su bando.

Sin perder un segundo, retornaron al señorío De Falt, llevando a Thom el largo como prisionero.

-Vaya, no pensé que iba a volver tan pronto aquí. - Thom el largo, vanagloriándose ante los caballeros.

El humilde Sir Andrew apenas podía contenerse ante la presencia del bandido, así que solicitó a los caballeros que iniciaran el interrogatorio. El prisionero se sentía confiado, pues sabía que no podían matarlo, pero no contaba con la “habilidad” de Sir Loic.

Después de que Sir Gunner intentara interrogarlo sin éxito, el caballero celta mandó traer un gran caldero con agua hirviendo. Con calma, comenzó a hablar con Thom, pero este apenas le decía nada.
Repentinamente, Loic sujetó con fuerza el brazo del bandido, y sumergió su mano en el agua hirviendo. El grito de dolor fue horrible, y todos los que lo escucharon no pudieron evitar un estremecimiento.

Sir Andrew llegó preocupado, pero Sir Loic, tranquilamente, le informó de que el prisionero iba a cooperar.

-Tenemos dos formas de hacer esto…- Sir Loic, antes de mostrar sus dotes “persuasivas”.

Ante el temor de una represalia por parte de los Bandidos del Bosque, Sir Loic partió hacia Sarum, llevando al prisionero, con la intención de solicitar soldados para atacar la base de los ladrones, cuya posición había sido relevada por Thom.

Por su parte, Sir Gunner permaneció en el señorío organizando las defensas, creando empalizadas y adiestrando algo a los campesinos, preparándolos para defender su hogar en caso de ataque.

El peligro se cierne sobre nuestros caballeros…¿conseguirán salir de este embrollo con vida?

Año 484. Incursión Sajona

“¡Acercaos! ¡Venid todos a escuchar mis palabras! Yo, Gaeldas el Bardo, os contaré las aventuras y desventuras de grandes héroes.

Traedme una buena bebida, y os narraré de aquellos tiempos en los que los jóvenes caballeros, Sir Gunner y Sir Loic, se convirtieron en el terror de sus enemigos.
De cuando el Oso de Salisbury sembró el terror con la hoja de su hacha entre los incursores, y el sagaz Caballero de la Lanza cubría sus espaldas con su refulgente arma.

¡Venid y acercaos he dicho!
Pues así continúa su historia…”


Las semanas habían pasado con rapidez, dejando la primavera atrás. Los jóvenes caballeros aún estaban acostumbrándose a sus nuevas obligaciones a las órdenes del Conde Roderick, cuando una buena mañana les fue encomendada una tarea.

Acompañarían a Sir Jaradan, un prometedor caballero, del que se decía que era la mejor espada del condado, y a otros siete camaradas, a patrullar las fronteras del sur del condado. Partieron con presteza, junto con sus escuderos, y pusieron sus buenas monturas a un galope suave.

Durante la patrulla, Loic y Gunner hicieron amistad con Sir Jaradan, simpático y quizá algo jactancioso, consciente de sus grandes habilidades guerreras. En ese momento, Sir Jaradan realizó un comentario poco afortunado, acerca de la fama que Sir Gunner había adquirido matando al fiero oso de la aldea de Imber, lo cual molestó sensiblemente al mentado.

- En ocasiones, confundo gilipollas con osos…- Sir Gunner, haciendo amigos.

De pronto, un hombre montado en pony, se acercó a la compañía, agotado de la dura cabalgada. Sin aliento, alertó a los caballeros sobre una incursión más al sur. Eran muchos hombres, bandidos y ladrones en busca de saqueo.
Sir Jaradan, sin dudarlo un instante, puso su caballo al galope para perseguir a dichos bandidos, situación que aprovechó Sir Loic para decir su ya famosa frase:

- Bandidos y Ladrones son como los alcaudones…- grave silencio de los presentes - ¡carroñeros!... – Sir Loic, poeta a tiempo parcial.

Pronto los hábiles jinetes alcanzaron lo alto de una loma, con el fuerte sol a sus espaldas. Abajo, saliendo de la linde del bosque, dos compañías de incursores sajones avanzaban furtivamente. Eran muchos, los superaban en más de cinco a uno, pero no eran más que chusma sajona.

Sir Jaradan, con una sonrisa en sus labios, hizo culebrear a su montura, al tiempo que desenvainaba su famosa espada.

- ¿Qué hacemos, Sir Jaradan?- inquirió Sir Loic -¿Les damos un serio correctivo, o tratamos de echarlos?
-Creo camarada, que podríamos darles un correctivo mientras tratamos de echarlos.
-¡CABALLEROS! ¡A LA CARGAAAA!

Formaron dos grupos, uno al mando de Sir Jaradan, que atacaría por la derecha, y el otro liderado por Sir Gunner, que atacaría por la izquierda.

Los poderosos corceles de guerra descendieron por la suave colina, entre un estruendoso atronar de cascos, gritos y sonidos de armas. Sus enemigos, sorprendidos, apenas tuvieron tiempo de asumir una formación de combate.
La unidad de sir Jaradan se incrustó entre sus enemigos, devastando a su paso, dirigidos por la fabulosa espada del caballero. En cambio, sus otros camaradas, no tuvieron tanta suerte.

Sir Gunner, poco acostumbrado a las dificultades de una batalla real, no pudo coordinar bien el asalto de su unidad de jóvenes caballeros. Pero lo que le faltaba de conocimiento, lo suplía con valentía y arrojo.
El choque fue brutal. Los caballos chocaron contra la aullante marea enemiga, las lanzas se quebraron y las hachas y espadas hicieron su trabajo. El Oso de Salisbury arrolló a dos enemigos, pero su fiero impulso hizo recular a los sajones, que se libraron por los pelos de la carga del Caballero de la Lanza, que acudía a apoyar a su camarada.

Perdido el ímpetu inicial, los sajones, al comprobar su aplastante superioridad numérica, se lanzaron contra ellos como animales. Sir Gunner sujetaba a su montura a duras penas, pues ésta, con los ojos desorbitados, corcoveaba intentando evitar los golpes sajones. Si los caballeros no murieron en ese instante, fue porque sus enemigos se sintieron sobrecogidos al ver la carnicería que el Oso de Salisbury estaba cometiendo.

Lanzaba golpes a diestro y siniestro, su hacha, empapada en sangre, subía y baja sin parar, cortando, sajando y aplastando, entre las risas y los gritos eufóricos del caballero. Cada uno de sus golpes, acababa con un enemigo, y pronto un reguero de cadáveres indicaba su paso.
Pero sin duda, si el caballero sobrevivió a ese día, fue gracias a la ayuda de su camarada, Sir Loic.

El caballero de la lanza, ensartó a un sajón, dejándolo clavado en el suelo, y empuñando otra lanza, se enfrentó con valentía a cuatro enemigos. Recibió golpes, pero gracias a su pericia y a la suerte, ninguno mortal. Mientras, seguía portando la muerte con la punta de su afilada lanza.

El resto de su unidad había sido derrotada, sólo quedaban ellos dos. La prudencia aconsejaba huir, sus posibilidades de supervivencia eran casi nulas, pero aún así, los dos jinetes, enfervorecidos, hincaron sus espuelas en los flancos de sus monturas, completamente empapadas en sangre, y temerariamente cargaron contra sus enemigos.

Los cadáveres eran numerosos, pero a pesar de su habilidad, eran humanos, no dioses. Sir Gunner recibió un tajo profundo en el muslo, y Sir Loic también fue herido varias veces. Cuando la situación ya era desesperada, y el Oso de Salisbury comenzaba a sumirse en las nieblas de la inconsciencia, los sajones supervivientes huyeron. La unidad de Sir Jaradan entró en escena, salvándolos justo en ese momento.

El Caballero de la Lanza, cabalgó con rapidez, sujetando a tiempo a Sir Gunner, que ya caía de su montura. La batalla había finalizado, y ese día, los cuervos estarían contentos.

Las heridas sufridas fueron tratadas con habilidad, y Sir Jaradan decidió que los caballeros heridos debían volver. A pesar de la dura batalla, sólo hubo que lamentar una muerte, la del recién nombrado caballero Sir Ulfer.
Sir Gunner y Sir Loic, junto con Sir Michael y Sir Blain, tenían que volver a Sarum e informar al Conde Roderick sobre lo ocurrido, pero antes, haciendo gala de una gran valentía, el celta Loic se adentró en el bosque siguiendo las huellas de los sajones. Tenía sospechas, y quería comprobar de donde venía.
Por desgracia, el rastro terminaba en un arroyo.

Una vez en Sarum, los caballeros relataron lo ocurrido al Conde, que los invitó a un puesto de honor en el banquete que se celebraría al anochecer. Allí, los jóvenes héroes contaron sus hazañas, bebieron y comieron como caballeros adinerados, pero la noche fue enturbiada por los comentarios de Sir Amig y del misterioso Sir Maglos, acerca de la sangre sajona que corría por las venas de Sir Gunner.

Al final de la noche, el Conde comenzó con un honor especial a los caballeros. Le entregó a Sir Gunner un hacha adornada, fabricada con los restos de las hachas que rompió luchando contra los incursores, y a Sir Loic una lanza labrada con motivos celtas.
Sir Michael y Sir Blain también recibieron regalos por parte del Conde, y todos fueron ovacionados.

Y después de esto, los héroes se retiraron a recuperarse de sus heridas, preparándose para pasar el invierno.

Año 484. El Oso de Imber

“¡Acercaos! ¡Venid todos a escuchar mis palabras! Yo, Gaeldas el Bardo, os contaré las aventuras y desventuras de grandes héroes.

Narraré la leyenda de Sir Gunner el Sajón, el Oso de Salisbury, caballero sin par en toda Britania.
Conoceréis las hazañas de Sir Loic, el Caballero de la Lanza, hábil y astuto, de ingenio tan afilado como el de una espada.

¡Venid y acercaos he dicho!
Pues así comienza su historia…”


Amanecía un nuevo día en las fértiles tierras de Salisbury, bajo el mandato del noble Conde Roderick. La primavera ya había llegado, y el sol se alzaba, imponente, en medio del azul firmamento.
En Tilshead, desde el castillo de Sir Elad, un veterano caballero que desempeñaba el cargo de Alguacil de Salisbury, se escuchaba el inconfundible sonido de un entrechocar de aceros. En el patio de armas, dos jóvenes escuderos entrenaban con fiereza.

Uno de ellos era alto y corpulento, de cabellos rubios y tez pálida. De no ser por su vestimenta, podría haber pasado por un berserker sajón recién desembarcado. Era Gunner, hijo de Eric, cuya familia descendía de aquellos extranjeros que llegaron a Britania invitados por Vortigern.
Tiempo después, obtuvieron el pequeño feudo de Stapleford, cuya heredad pasará al joven Gunner si Dios lo quiere.

El otro combatiente, más esbelto y ágil, se movía con destreza esquivando a duras penas los poderosos tajos que Gunner asestaba. Su nombre era Loic ap Tonan, un auténtico celta, cuya familia poseía el señorío de Newton Tony. En su atractivo rostro se dibujaba una mueca de concentración.

En ese momento, Sir Elad entró salió de la torre, murmurando por lo bajo una sarta de maldiciones. Según les contó el viejo caballero, los campesinos de la aldea de Imber, no dejaban de quejarse acerca de una especie de oso devorador de hombres. Como el Conde no podía permitirse el lujo de perder ningún caballero en semejante empresa, el Alguacil envió a ambos jóvenes, que aceptaron encantados su ofrecimiento.

Partieron sin demora, y pronto encontraron al Padre Garr, un orondo y campechano sacerdote que los puso en antecedentes.

- Os juro que ese oso no es un animal común. ¡Ya ha matado a más de cuatro hombres! ¡Debe ser una criatura del Infierno – El Padre Garr, informando a los escuderos

Con la ayuda de John el Triste, un buen cazador de la aldea, los escuderos se adentraron en el bosque cercano, en busca de la pista del temido animal. Sorprendentemente, decidieron ir a pie. Loic, haciendo gala de una pericia notable en el arte de la Caza, encontró un viejo rastro, que sin duda pertenecía al oso.
Sin perder un segundo, se lanzaron tras su pista, hasta llegar a una pequeña cueva, donde la bestia, que resultó ser hembra, alimentaba a sus crías ¡Con trozos de carne humana!

Con un alarido desafiante, Gunner el Sajón se lanzó al ataque. El oso, sorprendido ante tan temeraria acción, se alzó sobre sus fuertes cuartos traseros bramando de furia. Mientras tanto, Loic se acercaba al animal con cautela, empuñando la lanza.
El oso embistió con fuerza, pero Gunner detuvo el golpe con su escudo, para contraatacar con un potente golpe que alcanzó al animal en una pata. Loic clavó su lanza en un costado de la bestia, y en ese momento, en un alarde de fuerza y habilidad, Gunner incrustó su hacha en la cabeza del oso, que cayó pesadamente al suelo.
Loic, impasible, acabó con las pequeñas crías, aduciendo que eran un peligro una vez que han probado la carne humana.

Cuando llegaron al pueblo, se organizó una celebración. Todos aclamaban a sus nuevos héroes, incluso las jóvenes en edad casadera los miraban con timidez. Gunner, se subió a un taburete, impresionando a todos los presentes con el relato de sus hazañas. Desde ese día, fue conocido en Imber como Gunner Mataosos.

- ¡Era un animal enorme, de más de dos metros! ¡Qué digo dos, tres metros! Y sus ojos infernales me miraban con odio, más yo no tuve miedo! Y de un solo golpe de mi hacha, la bestia cayó a mis pies! – Gunner, impresionando a su audiencia con un crítico en Oratoria.

Al día siguiente partieron, dejando atrás a los agradecidos campesinos, pero la tranquilidad del viaje no fue duradera. A lo lejos, los jóvenes vieron humo, y sin dudarlo se lanzaron al galope. En una pequeña aldea, unos bandidos asaltaban a los pobres campesinos. Gunner lanzó un tajo, y casi partió por la mitad a uno de los bandidos. Su camarada, bañado en sangre, se rindió al momento.
Loic atacó, pero la fortuna quiso que su lanza se partiera al chocar contra el escudo de su enemigo. Descabalgó con habilidad, y con una espectacular maniobra de combate, terminó con la hoja de su otra lanza apoyada en la garganta del bandido. Éste pidió piedad, y los escuderos se la dieron.

Interrogaron a los bandidos, y se enteraron sorprendidos, que había una banda que operaba desde el bosque, y que alguien guiaba sus ataques. Con tan importante información en su poder, los escuderos no perdieron tiempo, llegando a la ciudad de Sarum, donde estaba la corte del Conde Roderick.

Allí acompañados por Sir Elad, fueron recibidos por el Conde, que los felicitó por sus actos, y decretó una fiesta en honor a los escuderos. En dicha fiesta, se les informó a los jóvenes que serían armados caballeros, honor que ambos aceptaron encantados.
Pasaron la noche en vigilia, Gunner en la capilla como buen cristiano, y Loic bajo la luz de las estrellas, según sus creencias paganas.

Al día siguiente, el Conde Roderick les tomó los juramentos de lealtad y caballería y les entregó sus armas, armadura y espuelas. La corte los aclamó, y ese gran día, comenzaron sus andanzas, que serían recordadas para siempre.

Los Caballeros en 484

Sir Gunner (Edad 21)
Caballero Celta Cristiano, Caballero Mantenido, Gloria 1173
TAM 18, DES 7, FUE 16, CON 12, ASP 10
Habilidades principales: Hacha 15, Batalla 13, Percepción 10
Rasgos y Pasiones famosas: Justo 16

Sir Loic (Edad 21)
Caballero Celta Pagano, Caballero Mantenido, Gloria 1200
TAM 17, DES 13, FUE 8, CON 11, ASP 12
Habilidades principales: Lanza 15, Coquetear 13, Cazar 10
Rasgos y Pasiones famosas: Generoso 16