La sangre celta todavía corre con fuerza por las venas de Loic, un
vestigio de una época anterior al nombre de Britania y el contacto con
los romanos, cuando las gentes de la isla veneraban a sus oscuros dioses
del bosque y no conocían la palabra escrita.
Aunque la línea es ya
algo difusa, el caballero Loic y su numerosa familia descienden de los
atrébates, un hecho que incluso ellos han olvidado. Cuando las
relaciones entre celtas y romanos dejaron de ser meramente comerciales y
las campañas militares se sucedieron bajo la mirada de los césar, los
antepasados de Loic no quisieron unirse a las rebeliones.
De hecho,
incluso hoy día una de las historias favoritas de la familia trata sobre
un antiguo rey llamado Tincomaro quien para ahorrar sufrimiento a su
pueblo partió hacia la misma Roma para darle al césar las riquezas que
tanto anhelaba. Satisfecho, el emperador romano no procedió con sus
planes de conquista y las gentes del rey celta pudieron evitar los
horrores de la guerra durante muchos años.
Y es que todos los
parientes de Loic tienen en común una desinteresada generosidad que
algunos confunden con estupidez, y un apego a la vida que otros han
tachado de cobardía. Por supuesto cualquiera es libre de pensar lo que
guste, entre los numerosos dichos que pueblan la familia (algunos
incomprensibles), hay uno que dice: “no hay nada tan estúpido como
matarse por unas monedas habiendo tantas”.
Teniendo todo esto en
cuenta, no es de extrañar que los antecesores del joven pagano se
ganasen el privilegio de conservar sus tierras y tradiciones en la época
en que Britania fue provincia romana. Y aunque los posteriores siglos
han ramificado y mezclado mucho la vieja sangre, en sus señoríos todavía
quedan descendientes genuinos de un rey que ahora ha pasado a
convertirse en un cuento para educar a los niños.
Pero centrándonos
en las últimas décadas, un buen punto de partida sería el momento en el
que el viejo Glen, padre del padre de Loic, se hizo un nombre al
reclamar unos territorios que pertenecían a su linaje por derecho pero
que los azares del destino habían puesto en mano de bárbaros y
desertores, descendientes de bretones exiliados, sajones y a saber qué
otras tribus detestables. En cualquier caso, como eran desleales al
reino de Logres, el (por entonces) joven Glen pudo asentarse entre
aquellos peñascos y arroyos y levantar un modesto señorío sin quebrantar
ninguna ley. La ambición del chico le impulsaba a ir más allá y
recuperar “algo” sobre “una gloria” pasada, seguramente recuerdos
borrosos de aquella época ya mencionada en que los atrébates eran una de
las tribus principales.
Sin embargo, para cuando quiso darse
cuenta de ello el caballero Glen había dejado de ser un fiero guerrero
para convertirse en un hombre maduro lleno de preocupaciones por el
mantenimiento de su territorio. Así pues, decidió que lo mejor era pasar
la antorcha a la siguiente generación y esperar a que uno de sus hijos
recuperase ese “algo” que habían perdido. Aunque entre los suyos era
normal tener una legión de vástagos, Glen y su esposa Cinnia fueron la
excepción al concebir solamente a Tonan y Kenneth. El hermano mayor
creció para convertirse en el ejemplo perfecto de caballero honesto, y
el menor... bueno, también fue armado caballero.
Lo que importa es
que sir Glen pudo concentrarse en las labores del señorazgo sabiendo que
el futuro de su casa estaba en buenas manos, así que la región prosperó
y casi sin darse cuenta le salieron familiares como setas. Primos,
hermanos, sobrinos, todos querían un lugar en la casa y juraban aceptar a
Tonan como futuro cabeza de familia. Pero las labores del reino nunca
se terminan y el que era un muchacho prometedor capaz de traer gloria a
su feudo, también empezó a peinar canas sin experimentar apenas
progresos. Una ampliación en los establos. Unas reparaciones en los
tejados. Nada impresionante.
Lo cierto es que sir Tonan tampoco
contaba con el punto ambicioso de su padre, él se limitó a cumplir sus
deberes con el rey y formar una numerosa familia al estilo celta,
trayendo hijos que llenaban la casona con gritos y risas y celebrando
las fiestas paganas como correspondían: armando mucho escándalo. Aunque
la relación con su hermano nunca fue ejemplar, pues lo acusaba de
vividor y superficial, al menos sir Tonan pudo respirar tranquilo porque
aunque el otro fuese un inmaduro nunca intentó poner en entredicho su
autoridad.
La mayor tragedia de su vida vendría, no obstante, cuando
su esposa Margaret falleció un invierno tras sufrir lo que parecía un
simple resfriado. A partir de ahí el hombre se volvió introspectivo y
aunque seguía ejerciendo sus funciones como se esperaba de él, no puede
decirse que le pusiera mucho entusiasmo a nada. En una familia donde
prácticamente cada año se celebraba una boda o un nacimiento, sólo Tonan
prefería seguir con la vista anclada en el pasado.
En medio de
todo este ambiente, rodeado de parientes de todas las edades, Loic
creció como un golfo falto de disciplina, pues ausente su madre y
distante el padre, la verdad es que todos estaban muy ocupados como para
meterle algo de sentido común al rapaz. Las criadas de la familia se
partían la espalda cuidando al surtido de hermanos y primos pequeños así
que Loic entró en la adolescencia bajo el ala del personaje menos
indicado: su tío Kenneth.
El viejo Glen por entonces salía poco del
feudo e invertía el tiempo en escrutar a su familia con ojos de águila.
Nunca había estado muy orgulloso de su hijo tunante, pero al menos el
sinvergüenza se las había apañado toda su vida para saber llevar sus
asuntos sin causar problemas. Pero cuando vio al primogénito de Tonan
seguir los mismos pasos, se le dispararon las alarmas y decidió tomar
cartas en el asunto. La insistencia dió sus frutos y sir Tonan terminó
por prestar más atención a la educación de su heredero. Horrorizado se
quedó un día cuando lo descubrió silbando a las lavanderas mientras el
tio Kenneth le murmuraba, muerto de risa, a saber qué indecencias.
La atención del padre de Loic, perdida en recuerdos durante años, de
repente cayó como un manto asfixiante sobre el asilvestrado chaval. Él
chico estaba acostumbrado a levantarse tarde, robar pasteles en las
cocinas y perderse por el señorío haciendo lo que le daba la gana así
que el estricto régimen militar al que lo sometió sir Tonan no puede
decirse que le sentara nada bien. Madrugaban para entrenar, tenía que
atender a los caballos mientras le castañeaban los dientes y practicaba
en el patio con espadas de madera, un arte en el cual apenas progresaba,
para desesperación de los viejos.
La resistencia física y mental
de Loic estaba al límite cuando su padre decidió que había llegado el
momento de ponerlo bajo la tutela de sir Elad, quien forjaba grandes
hombres y mejores caballeros. Cuando el alguacil contempló al muchacho
tuvo que contener una sonrisa; aunque ojeroso y delgado, el joven Loic
lo miraba con rencor sordo antes de conocerlo. La experiencia le decía
que si quería sacar lo mejor de ese chico lo mejor sería dejarle las
riendas un poco sueltas. Prometió al padre una disciplina rayana en lo
grotesco pero luego dejó al chaval coger su propio ritmo para no
forzarlo demasiado.
Comparado con los últimos meses, la temida
tutela de sir Elad resultó ser casi unas vacaciones. Loic sabía que el
hombretón, aunque afable y comprensivo, tenía un pronto capaz de asustar
a los caballos de guerra así que supo corresponderle cumpliendo sin
rechistar con sus deberes de escudero aprendiz. Al fin y al cabo, la
alternativa era volver bajo la tiranía de su viejo.
En
Salisbury, el joven Loic pronto hizo amistad con el chico más grande y
bestia de todos, un osezno con sangre sajona llamado Gunner. Juntos
trabaron una buena relación pues el primero divertía al otro con su
humor cínico y el sajón advertía a Loic cuando se estaba alejando de sus
deberes. De Gunner todos se esperaban que destacase como alumno dotado,
al fin y al cabo era más alto y corpulento que muchos caballeros
armados, pero la sorpresa vino cuando Loic se hizo un hueco entre los
privilegiados cuando descubrió su afinidad con las lanzas.
A diferencia
de otros aprendices, Loic no era tan fuerte. Tampoco es que fuese un
muchacho enfermizo, pero cuando cruzaba espadas con los demás, eran sus
brazos los que solían cansarse primero. Además, no entendía la
fascinación de todos por las hojas largas, eran pesadas y pillarles el
equilibrio una pesadilla. Una tarde sir Elad reunió a los chicos para
enseñarles algunos trucos por si algún día debían proteger la frontera
de saqueadores pictos, unos salvajes amantes de las lanzas y otras armas
de fabricación barata. A un lado, Loic interpretaba al picto, y al otro
un muchacho que solía ganar los duelos aporreando la espada como si
fuera una maza, obligando a los otros a permanecer a la defensiva. En
menos de un minuto la lanza roma hizo un barrido, luego golpeó un hombro
y finalmente desarmó a su contrincante al fustigarle la muñeca.
Todos se quedaron de piedra, Loic el que más.
A partir de entonces y pese a las protestas de sir Elad, el escudero
decidió que su espada pasaría mucho tiempo dentro de la vaina.
Las
visitas al señorío transcurrían sin incidentes fuera de lo común, había
nacido algún primo o prima, alguien se había casado y mudado con su
nueva familia, dejando un hueco que tardaba poco en llenarse, las yeguas
habían dado a luz potros gemelos... lo habitual en su familia. Durante
todos los años que duró su instrucción, sir Tonan se mantuvo distante de
su hijo, sin llegar a mostrar nunca decepción pero tampoco aceptación. Y
poco a poco, el tío Kenneth, la piedra angular de su adolescencia
empezó a mostrarse como el inmaduro y egoísta patán que era.
Debió
ser en algún punto de esa etapa en que la ambición despertó, como un
fuego avivado, en el interior de Loic. Algún día ese señorío sería suyo y
él no se convertiría en un respetable funcionario como su padre o en un
viva la vida sin cabeza como su tio. Llevaría oro y gloria a su familia
y se casaría con una mujer que lo encendiera de pasión todas las
noches. Secretamente Loic imaginaba como sería la mujer de su vida,
aquella que lo haría olvidar lo facilonas que son las mujeres de la
servidumbre. Debía ser o bien una fiera de ojos astutos pidiendo a
gritos que la domestiquen, o una beldad dulce e inocente a la que
enseñar el lado salvaje de la vida.
Como fuera, el joven fue armado
caballero junto a su leal colega Gunner,y pronto quedó claro que sus
pasos no estaban encaminados hacia la mediocridad cuando sus primeras
aventuras lo encaminaron hacia obras mayores como disolver una hermandad
de crueles ladrones, hacer la guerra al invasor sajón junto al hijo del
mismo Uther Pendragon e incluso, se rumorea (y él mismo cuenta sin
reparos), ayudar a Merlín el sabio en misiones más allá de los límites
terrenales.
A raíz de una de estas aventuras, la devoción de sir
Loic hacia los antiguos dioses se ha visto incrementada, pero el objeto
de su mayor lealtad es la misteriosa Dama del Lago a la que jura y
perjura haber visto y a la cual ha prometido luchar contra los enemigos
de Britania sin más escudo que la propía tierra. En su familia tal
juramento fue tomado con pánico, pues no hay nada más peligroso para un
caballero expuesto a tantos peligros que combatir sin más protección que
la fe.
Pero el hecho es que los años pasan y según se murmura, de
entre los jóvenes caballeros que actúan en nombre del rey suele ser
Loic el que sale mejor parado. Quizás sea cierto que la Dama ha aceptado
su gesto desinteresado y la magia de Britania vela por él. En cualquier
caso, sir Loic ha ido cambiando poco a poco para mejor, se sabe de él
que es amigo de sus amigos y leal a las causas justas y nobles. En su señorío, sir Glen y sir Tonan respiran aliviados: la antorcha ha
vuelto a pasar a manos capacitadas.