2 nov 2009

Año 484. Los Bandidos del Bosque. Parte 1


“¡Acercaos! ¡Venid todos a escuchar mis palabras! Yo, Gaeldas el Bardo, os contaré las aventuras y desventuras de grandes héroes. Traedme una buena bebida, y os narraré de aquellos tiempos en los que los jóvenes caballeros, Sir Gunner y Sir Loic, se convirtieron en el terror de sus enemigos. De cuando el Oso de Salisbury y el hábil caballero de la Lanza se adentraron en el peligroso bosque en busca de los escurridizos y malvados bandidos. ¡Venid y acercaos he dicho! Pues así continúa su historia…”




Cierto día, mientras los caballeros pasaban el tiempo en sus tierras de origen, entrenando sus habilidades, fueron convocados por su señor, el Conde Roderick, a que se presentaran en Sarum. Como honrados caballeros mantenidos que eran, tanto Sir Gunner como Sir Loic acudieron prestos a la llamada de su señor, acompañados de sus escuderos.

Una vez allí, en el corazón de Salisbury, fueron recibidos en el castillo del Conde, y el chambelán los hizo pasar a un salón menor. Allí, se encontraban los hombres de confianza de Roderick. Sir Amig, Sir Elad, Sir Hywel y Sir Jaradan se situaban alrededor de una pequeña mesa redonda, atentos a un mapa desplegado sobre la misma y escuchando con atención las palabras del Conde.

Tras la bienvenida, el Conde explicó a los nobles caballeros que los asaltos de bandidos seguían extendiéndose por todo el contado, y que ahora eran incluso más habituales. A pesar de sus esfuerzos, y de reforzar las patrullas que recorrían la zona oeste, éstos siempre atacaban con precisión, como si supieran sus movimientos con antelación.

El problema residía en que el rey Uther había hecho un llamamiento de sus nobles para enfrentarse al Rey Aelle de Sussex, y el Conde debía acudir.
Como no quería dejar el problema de los bandidos sin solución, había decidido encomendar la tarea a los jóvenes y prometedores Gunner y Loic.

Sometió la decisión a consejo, y Sir Amig se negó, alegando que no estaban preparados, aunque no pudo evitar miradas de odio para el joven Gunner, debido a su sangre sajona. Pero Sir Jaradan, la Espada del Condado, conocedor de la valía de los jóvenes, dio su apoyo, al igual que Sir Elad, que los había entrenado. De este modo, quedó decidido que los caballeros partirían lo antes posible hacia el Señorío De Falt, el último en ser atacado.

Salieron pronto, cabalgando a buen ritmo, y pronto se internaron en la linde del bosque, siguiendo un afluente del Río Avon, al norte de Modron’s Forest. Mientras se acercaba a su destino, se encontraron con campesinos, que les lanzaban miradas de soslayo, previniendo el peligro. Los caballeros se percataron que los habitantes de aquellas tierras estaban asustados por los malditos bandidos.

Al llegar a un gran claro robado al bosque, un caballero, vestido con ropas nobles pero antiguas, les salió al paso montado a caballo, junto con otros dos jinetes. Con expresión preocupada, interrogó a los recién llegados por su identidad y propósitos.
Estos, sin tener en cuenta la grosería del caballero, que no se había presentado, dijeron sus nombres y el motivo por el que se hallaban allí.

Al instante, el caballero cambió su actitud, relajándose ostensiblemente. Excusándose, se presentó como Sir Andrew De Falt, señor de ese humilde señorío, y víctima del último ataque de los Bandidos del Bosque.
Éste, acompañado por Sir John y Sir Ulric, los escoltó hasta su casa, un edificio grande cerca del río. Los caballeros comprobaron que, realmente, sus posesiones eran muy humildes, y que algunas de las casas de los campesinos aparecían quemadas o destrozadas.

Sir Andrew los invitó a una frugal cena, dónde les presentó a su única hija, Lady Erin, la única familiar con vida que le quedaba, pues su esposa había muerto años antes.
Mientras cenaban, el señor les puso al día de la situación, y entre todos pensaron un extraño, arriesgado y sorprendente plan.

Necesitarían dos carretas. Luego, harían circular entre los campesinos y los señoríos vecinos, el rumor de que el señor iba a partir en breve, por temor a los bandidos, y que se llevaría sus provisiones y riquezas hasta que el Conde Roderick acabara con el problema.
Sus escuderos, portando sus armas y escudos, escoltarían la caravana, mientras en el interior de los carromatos, en lugar de comida y dinero, estarían los caballeros, acompañados por Sir John y Sir Ulric, preparados para una emboscada.

Suponían que, si como pensaban, había un traidor que informaba a los bandidos de los movimientos de los caballeros, se enterarían de la partida del Señor, y a pesar de lo extraño de la situación, no podían dejar pasar la oportunidad de apoderarse de tal botín.

Y así fue.

La caravana partió por la mañana. Los jóvenes caballeros iban entre bultos de paja, cubiertos por una pesada lona, en un calor asfixiante. En algunos momentos, los caballeros estuvieron a punto de perder el conocimiento, debido al calor, pero aguantaron como jabatos.

De pronto, un árbol caído les impedía el paso. Un hombre sonriente, armado con una ballesta, les dio el alto.

-Bueno, a estas alturas, todos sabemos que significa esto. Así que, ¿por qué no tiráis las armas y terminamos esto pronto?- Tom el Largo, Bandido del Bosque.

Los escuderos, ataviados con las vestimentas de los caballeros, arrojaron las armas, y de entre las ramas surgieron más ladrones. Uno de ellos se acercó a la carreta de Loic y Gunner, y sujetando al conductor, lo tiró al suelo de malos modos. Cuando se subió al pescante, para levantar el toldo, Sir Loic se alzó, y lanzó una certera estocada con su lanza, que derribó al bandido al instante.

Con un bramido de guerra, Sir Gunner, el Mataosos, bajo de un salto de la carreta, y se abalanzó contra sus enemigos. Sir Loic, hizo otro tanto, pero por el lado derecho de la misma. Dos bandidos se acercaron al celta, que movió su lanza centelleante con habilidad, su acerada punta centelleando y portando muerte.

Acabó con sus enemigos, pero una traicionera flecha, se ensartó en su muslo. Rechinando los dientes por el dolor, consiguió subir a uno de los caballos que tiraban de la carreta. Cortó las cuerdas, y con habilidad se lanzó contra los enemigos.

Sir Gunner, por su lado, se enfrentaba con decisión a los bandidos. En su escudo lucían clavadas sendas saetas, y recibió alguna que otra herida, pero a pesar de todo, su hacha hizo su trabajo. Con un fuerte tajo, acabó con la vida de su enemigo, y contempló el follaje tras la protección de su escudo.

No tardó en localizar a los ballesteros, y haciendo honor a su nombre, se abalanzó como un oso contra ellos, enarbolando su arma.

Sir Loic taloneó los flancos de su montura, y se lanzó contra el líder de los bandidos, el enjuto ladrón que se hallaba subido al tronco. Con un tirón de las riendas, el caballo se encabritó y el caballero lanzó un golpe contra el ladrón, pero falló por poco, y este saltó del tronco, intentando huir.

Con pericia, el Caballero de la Lanza partió tras su rival, pero a pesar de su habilidad en la monta, los numerosos árboles impedían que alcanzara al llamado Thom el Largo. Desmontó de un salto y comenzó a perseguirlo. Haciendo gala de su proverbial destreza, alcanzó a su enemigo, y con su lanza lo hizo caer.

Mientras tanto, tanto Sir Gunner como los caballeros de sir Andrew, los valientes John y Ulric, derrotaron a los bandidos restantes. A pesar del riesgo, y de las heridas sufridas, no había que lamentar bajas en su bando.

Sin perder un segundo, retornaron al señorío De Falt, llevando a Thom el largo como prisionero.

-Vaya, no pensé que iba a volver tan pronto aquí. - Thom el largo, vanagloriándose ante los caballeros.

El humilde Sir Andrew apenas podía contenerse ante la presencia del bandido, así que solicitó a los caballeros que iniciaran el interrogatorio. El prisionero se sentía confiado, pues sabía que no podían matarlo, pero no contaba con la “habilidad” de Sir Loic.

Después de que Sir Gunner intentara interrogarlo sin éxito, el caballero celta mandó traer un gran caldero con agua hirviendo. Con calma, comenzó a hablar con Thom, pero este apenas le decía nada.
Repentinamente, Loic sujetó con fuerza el brazo del bandido, y sumergió su mano en el agua hirviendo. El grito de dolor fue horrible, y todos los que lo escucharon no pudieron evitar un estremecimiento.

Sir Andrew llegó preocupado, pero Sir Loic, tranquilamente, le informó de que el prisionero iba a cooperar.

-Tenemos dos formas de hacer esto…- Sir Loic, antes de mostrar sus dotes “persuasivas”.

Ante el temor de una represalia por parte de los Bandidos del Bosque, Sir Loic partió hacia Sarum, llevando al prisionero, con la intención de solicitar soldados para atacar la base de los ladrones, cuya posición había sido relevada por Thom.

Por su parte, Sir Gunner permaneció en el señorío organizando las defensas, creando empalizadas y adiestrando algo a los campesinos, preparándolos para defender su hogar en caso de ataque.

El peligro se cierne sobre nuestros caballeros…¿conseguirán salir de este embrollo con vida?

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