9 jul 2016

El Ejercito del Condado

En esta entrada se especifican las tropas que posee el Condado de Salisbury en el año 499, así como su distribución en los diferentes castillos y ciudades del mismo:

Guardia Personal del Conde: 6 Caballeros
  + Sir Jaradan, Sir Trevelyan, Sir Glewwyd, Sir Owain, Sir Indric, Sir Julius

Oficiales del Condado: 5 Caballeros
  + Sir Garrick, Mariscal de Salisbury
  + Sir Janus, Senescal de Salisbury
  + Sir Galiston, Mayordomo de Sarum
  + Sir Cadfael, Condestable de Salisbury
  + Sir Leoric "El Justo", Justiciar de Salisbury

Castillo de Devizes: 2 Caballeros y 20 Infantes
  + Sir Cador y su hijo, Sir Caradog

Castillo de Du Plain: 2 Caballeros y 20 Infantes
  + Sir Cornelius "El Romano", Sir Gwion

Castillo de Ebble: 1 Caballero y 5 Infantes
  + Sir Loic ap Tonan

Castillo de Sarum: 4 Caballeros y 75 Infantes

Castillo de Tilshead: 2 Caballeros y 15 Infantes
  + Sir Amig "Asesino de Sajones", Sir Gunner "El Oso de Salisbury"

Castillo de Vagon: 1 Caballero y 20 Infantes
  + Sir Elliot, heredero de Sir Elad

Warminster: 1 Caballero y 10 Infantes
  + Sir Delivant Tanicus

Wilton: 1 Caballero y 20 Infantes
  + Sir Edward

Patrulla: Dos patrullas de 3 Caballeros
En sus señoríos: 5 Caballeros
Otros Servicios: 4 Caballeros

Total: 40 Caballeros y 185 Infantes




2 nov 2012

Año 490 Parte 1: El Yelmo de Wotan

Corría el año 490, y el Rey Uther comenzaba a reunir a sus ejércitos para plantar cara por fin a los Sajones. Y allá fueron nuestros caballeros como parte de la comitiva del Conde Roderick. El campamento era enorme, el más grande que los caballeros habían visto, y eso que eran veteranos de asedios como la sangrienta toma de Bayeux. Los días pasaban, y lentamente, el contingente de britanos iba aumentando.

Una noche, mientras los camaradas de Salisbury compartían fogata entre los pabellones, una figura conocida surgió entre las sombras a su lado. Era Myrddin Emrys, Merlín, el Archidruida de Britania, con el que habían tenido contacto en el pasado.

Este les contó que tenía una misión para ellos. Había escudriñado el fuego, soñado el sueño de los druidas, y visitado el Otro Mundo, y había visto que los Dioses Sajones se preparaban para brindar su ayuda a sus súbditos.

Ragnar Ala de Cuervo, Druida Sajón, había obtenido lo que llamaba el Yelmo de Wotan, un artefacto del mundo antiguo. Con él, pretendía resucitar a uno de sus antiguos campeones, que los lideraría en la batalla que pronto había que acontecer. Sobrecogidos y alarmados por esos temas mágicos de los que nada sabía, aceptaron el reto, encaminándose hacia el norte en el mayor de los sigilos.

El viaje fue peligroso, pues estaban en territorio enemigo. Se encontraron con exploradores sajones, pero por suerte, pudieron sortearlos o acabar con ellos sin sufrir daños graves. Al fin, alcanzaron su destino.

Un antiguo templo, erigido por los romanos, había sido tomado por los druidas sajones para sus impíos ritos. Se encontraba a la salida de un bosque, y detrás suya, había un lago donde los invasores venían de cuando en cuando a pescar.

Siguiendo un consejo que le dio el mismo Merlín, Loic se introdujo en el lago, y en él, encontró una estatuilla desgastada dedicada a los dioses antiguos. Detrás de ella, bajo el agua, había lo que parecía ser un túnel.

Con gran peligro para sus vidas, bucearon en el túnel en la oscuridad más completa. Más de uno estuvo a punto de perecer ahogado, pero al final, llegaron a su destino. Sacaron los bultos en los que habían metido sus pertrechos, y se prepararon para cumplir su misión.

De lo acontecido hasta llegar a la estancia de Ragnar, no hablaremos hoy, aunque sin duda merece una historia por sí misma. Como auténticos espíritus, se deslizaron en las sombras de la noche, hasta alcanzar la sala principal.

Allí, había un sitial de madera. A ambos lados, dos braseros enormes que iluminaban la sala, protegida por dos enormes guardianes. Sentado en el situal, un gigantesco sajón parecía estar dormido, mientras Ragnar, ayudado por dos acólitos, salmodiaba en su idioma conjuros y sortilegios.

Los caballeros trancaron las puertas y atacaron. Los braseros cayeron al suelo, y los druidas alzaron un muro de llamas. Garrick saltó a través del fuego, quedando casi ciego, mientras sus compañeros lanzaban tajos a diestro y siniestro.

Cuando parecía que la victoria estaba cerca, un Ragnar moribundo consiguió colocar el Yelmo sobre el sajón dormido. Al instante, sus ojos se abrieron, brillando con un fulgor demoníaco. Con un grito gutural, se alzó en su enormidad, y empuñando una enorme hacha, puso en enormes aprietos a los caballeros. Sus tajos eran brutales, de un solo golpe partió el sitial en dos. Fue un combate titánico, y la vida de los caballeros pendió de un hilo, pero al final, cuando todo parecía perdido, consiguieron derrotarlo.

Los caballeros partieron raudos, y siguieron combatiendo con el resto de sajones que habían dado la alarma. Se metieron en la habitación por la que habían llegado, y la trancaron por dentro. Arrojaron al suelo las telas y aceites que allí se encontraban, y les prendieron fuego. Luego, volvieron a sumergirse en el agua helada.

Sir Loic estuvo a punto de fallecer nuevamente, pero quién sabe si por obra de sus dioses paganos, sacó fuerzas de flaqueza para continuar. Y así, huyeron al bosque, mojados y al borde de la congelación, pues se acercaba el invierno en el frío norte, y cabalgaron sin descanso hasta el campamento de Uther Pendragón, donde, maravilla de las maravillas, nadie parecía haberse percatado de su ausencia, a pesar de que llevaban semanas fuera. Sin duda, otra de las argucias del sabio Merlín.

Y sin apenas tiempo para reponerse de sus heridas, pronto el rey hizo tronar su cuerno de Batalla, llamando a los ejércitos al combate…

31 oct 2012

Personajes: Loic ap Tonan

La sangre celta todavía corre con fuerza por las venas de Loic, un vestigio de una época anterior al nombre de Britania y el contacto con los romanos, cuando las gentes de la isla veneraban a sus oscuros dioses del bosque y no conocían la palabra escrita.

Aunque la línea es ya algo difusa, el caballero Loic y su numerosa familia descienden de los atrébates, un hecho que incluso ellos han olvidado. Cuando las relaciones entre celtas y romanos dejaron de ser meramente comerciales y las campañas militares se sucedieron bajo la mirada de los césar, los antepasados de Loic no quisieron unirse a las rebeliones. 

De hecho, incluso hoy día una de las historias favoritas de la familia trata sobre un antiguo rey llamado Tincomaro quien para ahorrar sufrimiento a su pueblo partió hacia la misma Roma para darle al césar las riquezas que tanto anhelaba. Satisfecho, el emperador romano no procedió con sus planes de conquista y las gentes del rey celta pudieron evitar los horrores de la guerra durante muchos años.

Y es que todos los parientes de Loic tienen en común una desinteresada generosidad que algunos confunden con estupidez, y un apego a la vida que otros han tachado de cobardía. Por supuesto cualquiera es libre de pensar lo que guste, entre los numerosos dichos que pueblan la familia (algunos incomprensibles), hay uno que dice: “no hay nada tan estúpido como matarse por unas monedas habiendo tantas”.

Teniendo todo esto en cuenta, no es de extrañar que los antecesores del joven pagano se ganasen el privilegio de conservar sus tierras y tradiciones en la época en que Britania fue provincia romana. Y aunque los posteriores siglos han ramificado y mezclado mucho la vieja sangre, en sus señoríos todavía quedan descendientes genuinos de un rey que ahora ha pasado a convertirse en un cuento para educar a los niños.

Pero centrándonos en las últimas décadas, un buen punto de partida sería el momento en el que el viejo Glen, padre del padre de Loic, se hizo un nombre al reclamar unos territorios que pertenecían a su linaje por derecho pero que los azares del destino habían puesto en mano de bárbaros y desertores, descendientes de bretones exiliados, sajones y a saber qué otras tribus detestables. En cualquier caso, como eran desleales al reino de Logres, el (por entonces) joven Glen pudo asentarse entre aquellos peñascos y arroyos y levantar un modesto señorío sin quebrantar ninguna ley. La ambición del chico le impulsaba a ir más allá y recuperar “algo” sobre “una gloria” pasada, seguramente recuerdos borrosos de aquella época ya mencionada en que los atrébates eran una de las tribus principales.

Sin embargo, para cuando quiso darse cuenta de ello el caballero Glen había dejado de ser un fiero guerrero para convertirse en un hombre maduro lleno de preocupaciones por el mantenimiento de su territorio. Así pues, decidió que lo mejor era pasar la antorcha a la siguiente generación y esperar a que uno de sus hijos recuperase ese “algo” que habían perdido. Aunque entre los suyos era normal tener una legión de vástagos, Glen y su esposa Cinnia fueron la excepción al concebir solamente a Tonan y Kenneth. El hermano mayor creció para convertirse en el ejemplo perfecto de caballero honesto, y el menor... bueno, también fue armado caballero.

Lo que importa es que sir Glen pudo concentrarse en las labores del señorazgo sabiendo que el futuro de su casa estaba en buenas manos, así que la región prosperó y casi sin darse cuenta le salieron familiares como setas. Primos, hermanos, sobrinos, todos querían un lugar en la casa y juraban aceptar a Tonan como futuro cabeza de familia. Pero las labores del reino nunca se terminan y el que era un muchacho prometedor capaz de traer gloria a su feudo, también empezó a peinar canas sin experimentar apenas progresos. Una ampliación en los establos. Unas reparaciones en los tejados. Nada impresionante.

Lo cierto es que sir Tonan tampoco contaba con el punto ambicioso de su padre, él se limitó a cumplir sus deberes con el rey y formar una numerosa familia al estilo celta, trayendo hijos que llenaban la casona con gritos y risas y celebrando las fiestas paganas como correspondían: armando mucho escándalo. Aunque la relación con su hermano nunca fue ejemplar, pues lo acusaba de vividor y superficial, al menos sir Tonan pudo respirar tranquilo porque aunque el otro fuese un inmaduro nunca intentó poner en entredicho su autoridad.

La mayor tragedia de su vida vendría, no obstante, cuando su esposa Margaret falleció un invierno tras sufrir lo que parecía un simple resfriado. A partir de ahí el hombre se volvió introspectivo y aunque seguía ejerciendo sus funciones como se esperaba de él, no puede decirse que le pusiera mucho entusiasmo a nada. En una familia donde prácticamente cada año se celebraba una boda o un nacimiento, sólo Tonan prefería seguir con la vista anclada en el pasado.

En medio de todo este ambiente, rodeado de parientes de todas las edades, Loic creció como un golfo falto de disciplina, pues ausente su madre y distante el padre, la verdad es que todos estaban muy ocupados como para meterle algo de sentido común al rapaz. Las criadas de la familia se partían la espalda cuidando al surtido de hermanos y primos pequeños así que Loic entró en la adolescencia bajo el ala del personaje menos indicado: su tío Kenneth.

El viejo Glen por entonces salía poco del feudo e invertía el tiempo en escrutar a su familia con ojos de águila. Nunca había estado muy orgulloso de su hijo tunante, pero al menos el sinvergüenza se las había apañado toda su vida para saber llevar sus asuntos sin causar problemas. Pero cuando vio al primogénito de Tonan seguir los mismos pasos, se le dispararon las alarmas y decidió tomar cartas en el asunto. La insistencia dió sus frutos y sir Tonan terminó por prestar más atención a la educación de su heredero. Horrorizado se quedó un día cuando lo descubrió silbando a las lavanderas mientras el tio Kenneth le murmuraba, muerto de risa, a saber qué indecencias.

La atención del padre de Loic, perdida en recuerdos durante años, de repente cayó como un manto asfixiante sobre el asilvestrado chaval. Él chico estaba acostumbrado a levantarse tarde, robar pasteles en las cocinas y perderse por el señorío haciendo lo que le daba la gana así que el estricto régimen militar al que lo sometió sir Tonan no puede decirse que le sentara nada bien. Madrugaban para entrenar, tenía que atender a los caballos mientras le castañeaban los dientes y practicaba en el patio con espadas de madera, un arte en el cual apenas progresaba, para desesperación de los viejos.

La resistencia física y mental de Loic estaba al límite cuando su padre decidió que había llegado el momento de ponerlo bajo la tutela de sir Elad, quien forjaba grandes hombres y mejores caballeros. Cuando el alguacil contempló al muchacho tuvo que contener una sonrisa; aunque ojeroso y delgado, el joven Loic lo miraba con rencor sordo antes de conocerlo. La experiencia le decía que si quería sacar lo mejor de ese chico lo mejor sería dejarle las riendas un poco sueltas. Prometió al padre una disciplina rayana en lo grotesco pero luego dejó al chaval coger su propio ritmo para no forzarlo demasiado.

Comparado con los últimos meses, la temida tutela de sir Elad resultó ser casi unas vacaciones. Loic sabía que el hombretón, aunque afable y comprensivo, tenía un pronto capaz de asustar a los caballos de guerra así que supo corresponderle cumpliendo sin rechistar con sus deberes de escudero aprendiz. Al fin y al cabo, la alternativa era volver bajo la tiranía de su viejo.

En Salisbury, el joven Loic pronto hizo amistad con el chico más grande y bestia de todos, un osezno con sangre sajona llamado Gunner. Juntos trabaron una buena relación pues el primero divertía al otro con su humor cínico y el sajón advertía a Loic cuando se estaba alejando de sus deberes. De Gunner todos se esperaban que destacase como alumno dotado, al fin y al cabo era más alto y corpulento que muchos caballeros armados, pero la sorpresa vino cuando Loic se hizo un hueco entre los privilegiados cuando descubrió su afinidad con las lanzas. 

A diferencia de otros aprendices, Loic no era tan fuerte. Tampoco es que fuese un muchacho enfermizo, pero cuando cruzaba espadas con los demás, eran sus brazos los que solían cansarse primero. Además, no entendía la fascinación de todos por las hojas largas, eran pesadas y pillarles el equilibrio una pesadilla. Una tarde sir Elad reunió a los chicos para enseñarles algunos trucos por si algún día debían proteger la frontera de saqueadores pictos, unos salvajes amantes de las lanzas y otras armas de fabricación barata. A un lado, Loic interpretaba al picto, y al otro un muchacho que solía ganar los duelos aporreando la espada como si fuera una maza, obligando a los otros a permanecer a la defensiva. En menos de un minuto la lanza roma hizo un barrido, luego golpeó un hombro y finalmente desarmó a su contrincante al fustigarle la muñeca.

Todos se quedaron de piedra, Loic el que más.
A partir de entonces y pese a las protestas de sir Elad, el escudero decidió que su espada pasaría mucho tiempo dentro de la vaina.

Las visitas al señorío transcurrían sin incidentes fuera de lo común, había nacido algún primo o prima, alguien se había casado y mudado con su nueva familia, dejando un hueco que tardaba poco en llenarse, las yeguas habían dado a luz potros gemelos... lo habitual en su familia. Durante todos los años que duró su instrucción, sir Tonan se mantuvo distante de su hijo, sin llegar a mostrar nunca decepción pero tampoco aceptación. Y poco a poco, el tío Kenneth, la piedra angular de su adolescencia empezó a mostrarse como el inmaduro y egoísta patán que era.

Debió ser en algún punto de esa etapa en que la ambición despertó, como un fuego avivado, en el interior de Loic. Algún día ese señorío sería suyo y él no se convertiría en un respetable funcionario como su padre o en un viva la vida sin cabeza como su tio. Llevaría oro y gloria a su familia y se casaría con una mujer que lo encendiera de pasión todas las noches. Secretamente Loic imaginaba como sería la mujer de su vida, aquella que lo haría olvidar lo facilonas que son las mujeres de la servidumbre. Debía ser o bien una fiera de ojos astutos pidiendo a gritos que la domestiquen, o una beldad dulce e inocente a la que enseñar el lado salvaje de la vida.

Como fuera, el joven fue armado caballero junto a su leal colega Gunner,y pronto quedó claro que sus pasos no estaban encaminados hacia la mediocridad cuando sus primeras aventuras lo encaminaron hacia obras mayores como disolver una hermandad de crueles ladrones, hacer la guerra al invasor sajón junto al hijo del mismo Uther Pendragon e incluso, se rumorea (y él mismo cuenta sin reparos), ayudar a Merlín el sabio en misiones más allá de los límites terrenales.

A raíz de una de estas aventuras, la devoción de sir Loic hacia los antiguos dioses se ha visto incrementada, pero el objeto de su mayor lealtad es la misteriosa Dama del Lago a la que jura y perjura haber visto y a la cual ha prometido luchar contra los enemigos de Britania sin más escudo que la propía tierra. En su familia tal juramento fue tomado con pánico, pues no hay nada más peligroso para un caballero expuesto a tantos peligros que combatir sin más protección que la fe.

Pero el hecho es que los años pasan y según se murmura, de entre los jóvenes caballeros que actúan en nombre del rey suele ser Loic el que sale mejor parado. Quizás sea cierto que la Dama ha aceptado su gesto desinteresado y la magia de Britania vela por él. En cualquier caso, sir Loic ha ido cambiando poco a poco para mejor, se sabe de él que es amigo de sus amigos y leal a las causas justas y nobles. En su señorío, sir Glen y sir Tonan respiran aliviados: la antorcha ha vuelto a pasar a manos capacitadas.

30 oct 2012

Sir Garrick de Winterbourne Stoke



En las verdes praderas del señorío de Winterbourne Stoke en las fronteras de Salisbury, nació el heredero del gran Sir Gard, el honorable señor que cayó en la gloriosa batalla de XXX y cuyo hijo, Garrick Wolfar estaría destinado a ver tiempos difíciles para Britania. 

Nombrado escudero de Sir Thomas Jail, sirvió a su señor durante años hasta que el buen Conde Roderick decidió que había llegado el momento de ser armado caballero para defender las tierras de Salisbury y obedecer las órdenes de Lord Uther Pendragón, gran rey de Britania. 

Durante su instrucción, el joven Garrick entrenó duramente las artes del caballero, pues la muerte de su padre en XXX, le nombraba directamente señor de sus tierras, pero aún no estaba preparado para gobernar como un auténtico caballero, pues casi no era capaz de ganar un combate con espada y mucho menos aún ser miembro de la caballería del reino, lanza en ristre, por lo que su madre y viuda de Sir Gard, Lady Arabeth, administraba el señorío hasta que su primogénito estuviera listo para gobernar aquellas tierras como su padre antes que él. 

Los años que sirvió junto a Sir Thomas le brindaron la oportunidad de ver y sufrir en sus propias carnes cuán cruel podía llegar a ser el mundo en el que le había tocado vivir, siendo testigo de múltiples batallas, de donde observó y aprendió el arte de liderar aquellas guerras, teniendo que sacar a su señor del campo de batalla en más de una ocasión, víctima de las heridas de sus enemigos, sajones en su mayoría, pues éstos se habían convertido en una plaga en toda la costa de Britania. 

En uno de esos viajes durante tanto tiempo a las cortes que se celebraban, y la asistencia de Sir Thomas a Sarum con asiduidad para servir al Conde Roderick, Garrick contempló por vez primera la que sería su auténtico amor desde entonces, a sabiendas que una noble y hermosa dama como Lady Adwen, casada para más inri no iba a fijarse en un simple aprendiz de caballero que ni siquiera monta en corcel. 

Los años pasaron y el Conde Roderick decidió que había llegado el momento de nombrar a Garrick caballero, pues Sir Thomas había colgado su armadura y liberado a su corcel, y nada podía enseñarle al joven escudero que no hubiera aprendido ya. Había sangrado y hecho sangrar, había llorado la pérdida de amigos y camaradas y había hecho llorar a los amigos de sus enemigos, había servido con honor y justicia a su señor y por último a su rey. Había llegado la hora de ser armado caballero. 

Cuando el día llegó, el joven muchacho de no más de veintiuna primaveras, salió decidido al encuentro de su señor Roderick, con su corto cabello de color oro viejo al descubierto y sus penetrante ojos azules clavados en su destino, Sarum. 

En una ceremonia sin gran pomposidad, Sir Garrick Wolfar de Winterbourne Stoke fue hecho caballero junto a otro escudero, el ahora Sir Langly de Dunford, y ese mismo día juró proteger Britania de todos aquellos enemigos que osaran enfrentarse al Alto Rey Uther Pendragón y sus caballeros, entre los que se encontraban Sir Garrick y Sir Langley, junto a los que pronto serían sus camaradas de armas, el Gran Oso de Salisbury y el Caballero de la Lanza. 

Muchas y difíciles aventuras se presentaban así a los jóvenes caballeros…

24 feb 2011

Año 489: El Juicio de Sir Maglos


El sol de la mañana incidía sobre la ciudad de Sarum, dónde una insólita reunión tenía lugar en el Gran Salón del Conde Roderick. Ante la corte reunida, nuestros valerosos caballeros acusaban ante el Conde a Sir Maglos, el vil traidor que tantas veces había conspirado en su contra.

A pesar del apasionado discurso de los caballeros, su acusación fue en vano. Sir Maglos, solicitó un juicio por combate, para que los dioses de la batalla probaran su inocencia, y ante tal petición, Sir Roderick no tuvo más remedio que aceptar, a pesar de su confianza en los jóvenes caballeros.
El combate quedó emplazado para la mañana siguiente, y fue la comidilla de la corte durante el resto del día. Mientras, los caballeros discutían quien tendría el honor de enfrentarse al traidor.

- En realidad… No tengo tantas querellas contra Maglos como vos, Sir Garrick… - Sir Loic de la Lanza, demostrando su pena por no combatir.

Al día siguiente, todos se reunieron alrededor de los dos combatientes, que aparecieron completamente armados. Sir Garrick no pudo evitar algunos gestos de dolor, puesto que aún no estaba del todo recuperado de sus combates anteriores, a pesar de lo cual, no dudó en enfrentarse a su enemigo.

Mientras se preparaba para el jucio, Sir Garrick se percató de que Sir Marador, el padre del caballero traidor, le entregaba a su hijo una espada diferente a la que portaba. Lo cual hizo que saltaran todas las alarmas del caballero, temiendo un posible envenenamiento.

Instantes antes de que comenzara el combate, Lady Adwen, saltándose el protocolo habitual, se acercó a Sir Garrick, y tras unas palabras de ánimo, depositó un suave beso en los labios del caballero, ante el asombro de todos los presentes.
Con los nuevos ánimos infundidos por su amada, Sir Garrick aferró su espada y se dispuso a luchar por su vida y sus creencias.

Ambos luchadores se observaban fijamente, girando lentamente, uno alrededor del otro, buscando la abertura en la defensa rival. Sir Garrick, tras su escudo, trataba de mover su arma para deslumbrar a Maglos, pero el astro rey no era lo suficientemente fuerte. Garrick lanzó un golpe, bloqueado por su enemigo, que contraatacó con furia, también sin éxito. Estuvieron un largo rato tanteándose, pues era la vida lo que se jugaban.

Pasó el tiempo, el sudor corría por su espalda y su rostro, empapando su pelo bajo el yelmo. El silencio era total, solamente quebrado por los golpes de los luchadores, y el sonido de su respiración trabajosa.

Más al final, Garrick atacó como un león enfurecido. Lanzó una serie de golpes poderosos, que apartaron el escudo de Maglos, y por último, alzando su espada por encima de la cabeza lanzó un tajo brutal, que hirió gravemente al traidor, salpicando de sangre a los asistentes. Lentamente, Garrick se acercó al caballero caído. El tiempo se detuvo, todos aguantaron la respiración, esperando el golpe final.

Se alzó la espada, y volvió a caer como un relámpago, refulgiendo con los rayos solares…

Y la muerte alcanzó al traidor.


Pasaron varios días tras el juicio por combate, y las cosas parecieron calmarse. En ese momento, llegó el mensajero del Pendragón. Las tropas tendrían que reunirse en el norte, pues por fin se enfrentarían contra el Sajón.