2 nov 2012

Año 490 Parte 1: El Yelmo de Wotan

Corría el año 490, y el Rey Uther comenzaba a reunir a sus ejércitos para plantar cara por fin a los Sajones. Y allá fueron nuestros caballeros como parte de la comitiva del Conde Roderick. El campamento era enorme, el más grande que los caballeros habían visto, y eso que eran veteranos de asedios como la sangrienta toma de Bayeux. Los días pasaban, y lentamente, el contingente de britanos iba aumentando.

Una noche, mientras los camaradas de Salisbury compartían fogata entre los pabellones, una figura conocida surgió entre las sombras a su lado. Era Myrddin Emrys, Merlín, el Archidruida de Britania, con el que habían tenido contacto en el pasado.

Este les contó que tenía una misión para ellos. Había escudriñado el fuego, soñado el sueño de los druidas, y visitado el Otro Mundo, y había visto que los Dioses Sajones se preparaban para brindar su ayuda a sus súbditos.

Ragnar Ala de Cuervo, Druida Sajón, había obtenido lo que llamaba el Yelmo de Wotan, un artefacto del mundo antiguo. Con él, pretendía resucitar a uno de sus antiguos campeones, que los lideraría en la batalla que pronto había que acontecer. Sobrecogidos y alarmados por esos temas mágicos de los que nada sabía, aceptaron el reto, encaminándose hacia el norte en el mayor de los sigilos.

El viaje fue peligroso, pues estaban en territorio enemigo. Se encontraron con exploradores sajones, pero por suerte, pudieron sortearlos o acabar con ellos sin sufrir daños graves. Al fin, alcanzaron su destino.

Un antiguo templo, erigido por los romanos, había sido tomado por los druidas sajones para sus impíos ritos. Se encontraba a la salida de un bosque, y detrás suya, había un lago donde los invasores venían de cuando en cuando a pescar.

Siguiendo un consejo que le dio el mismo Merlín, Loic se introdujo en el lago, y en él, encontró una estatuilla desgastada dedicada a los dioses antiguos. Detrás de ella, bajo el agua, había lo que parecía ser un túnel.

Con gran peligro para sus vidas, bucearon en el túnel en la oscuridad más completa. Más de uno estuvo a punto de perecer ahogado, pero al final, llegaron a su destino. Sacaron los bultos en los que habían metido sus pertrechos, y se prepararon para cumplir su misión.

De lo acontecido hasta llegar a la estancia de Ragnar, no hablaremos hoy, aunque sin duda merece una historia por sí misma. Como auténticos espíritus, se deslizaron en las sombras de la noche, hasta alcanzar la sala principal.

Allí, había un sitial de madera. A ambos lados, dos braseros enormes que iluminaban la sala, protegida por dos enormes guardianes. Sentado en el situal, un gigantesco sajón parecía estar dormido, mientras Ragnar, ayudado por dos acólitos, salmodiaba en su idioma conjuros y sortilegios.

Los caballeros trancaron las puertas y atacaron. Los braseros cayeron al suelo, y los druidas alzaron un muro de llamas. Garrick saltó a través del fuego, quedando casi ciego, mientras sus compañeros lanzaban tajos a diestro y siniestro.

Cuando parecía que la victoria estaba cerca, un Ragnar moribundo consiguió colocar el Yelmo sobre el sajón dormido. Al instante, sus ojos se abrieron, brillando con un fulgor demoníaco. Con un grito gutural, se alzó en su enormidad, y empuñando una enorme hacha, puso en enormes aprietos a los caballeros. Sus tajos eran brutales, de un solo golpe partió el sitial en dos. Fue un combate titánico, y la vida de los caballeros pendió de un hilo, pero al final, cuando todo parecía perdido, consiguieron derrotarlo.

Los caballeros partieron raudos, y siguieron combatiendo con el resto de sajones que habían dado la alarma. Se metieron en la habitación por la que habían llegado, y la trancaron por dentro. Arrojaron al suelo las telas y aceites que allí se encontraban, y les prendieron fuego. Luego, volvieron a sumergirse en el agua helada.

Sir Loic estuvo a punto de fallecer nuevamente, pero quién sabe si por obra de sus dioses paganos, sacó fuerzas de flaqueza para continuar. Y así, huyeron al bosque, mojados y al borde de la congelación, pues se acercaba el invierno en el frío norte, y cabalgaron sin descanso hasta el campamento de Uther Pendragón, donde, maravilla de las maravillas, nadie parecía haberse percatado de su ausencia, a pesar de que llevaban semanas fuera. Sin duda, otra de las argucias del sabio Merlín.

Y sin apenas tiempo para reponerse de sus heridas, pronto el rey hizo tronar su cuerno de Batalla, llamando a los ejércitos al combate…

No hay comentarios:

Publicar un comentario