9 jul 2010

Año 487: En Tierra Enemiga Parte 2

Los victoriosos navíos britanos surcaban las embravecidas aguas que bañaban las costas, comandados por El Puño de Britania, el barco del propio Príncipe Madoc, en el que viajaban nuestros jóvenes caballeros.

El pequeño ejército pensaba desembarcar cerca de Dover, pues sabía que allí encontraría la flota de los Jutos, que dominaban aquella parte del país, arrasando los territorios que antaño pertenecía a los britanos.

Echaron el ancla en una pequeña cala, y lentamente, los caballeros fueron desembarcando, acompañados por el centenar de infantes que lucharían a su lado. Madoc, montado en su caballo de guerra blanco, Tempestad, daba órdenes y animaba a sus soldados, recordándoles el duro golpe que asestarían al invasor sajón.

Los caballeros se acercaron al campamento enemigo, y sin pensárselo un solo instante, cargaron colina abajo, intentando arrasar las defensas sajonas. La pendiente hacía que fuera difícil controlar las monturas, pero nuestros valerosos guerreros no se arredraron, y nuevamente se hincaron con furia en el muro defensivo, tajando, cortando y golpeando, haciendo brotar la sangre a chorros.

Pronto aquel verde pasto terminó pisoteado y ensangrentado, cubierto de cadáveres que no verían un nuevo amanecer. Sir Garrick lideraba nuevamente la batalla, pues su buen hacer no había pasado desapercibido, y el príncipe Madoc, recordando los estragos que los jóvenes caballeros habían causado en las batallas anteriores, los mantuvo a todos en la misma unidad.

Los caballeros lucharon con valor, pero esta vez, los dioses de la guerra no estaban con ellos. Sir Gunner, el Oso de Salisbury, fue el primero en ser desmontado debido a un lanzazo enemigo, cayendo pesadamente al suelo. Los sajones se abalanzaron contra él, pensando que sería una presa fácil, pero estaban equivocados, pues Gunner, rugiendo como el animal que le daba nombre, se alzó con rapidez, balanceando su afilada hacha en arcos mortíferos.

Sir Langley fue el siguiente en caer, defendiéndose como un león, hasta que llegaron los infantes aliados, y pudo luchar junto a ellos, a pesar de sus infructuosos intentos de liderar una unidad. Sir Garrick combatió bien, aunque también fue herido varias veces, solamente Sir Loic, el Caballero Juramentado, salió indemne del combate, que tras un largo tiempo, finalizó con victoria britana.

Los jóvenes caballeros recomendaron a su señor la posibilidad de utilizar los barcos capturados para realizar algún tipo de estratagema contra los sajones. A pesar de las reticencias iniciales del Príncipe Madoc, al final los barcos sajones partieron amarrados a los britanos.

En la ruta que Madoc había pensado, el siguiente destino era navegar por el Blackwater River, hasta llegar a Maldon, donde tratarían de infligir el último golpe a la flota sajona. Teniendo en cuenta las pérdidas que había tenido en anteriores escaramuzas, el príncipe no quería un enfrentamiento con las tropas de Maldon, superiores en número, por lo que solicitó la presencia de sus caballeros de confianza para idear algún tipo de estratagema.

Las conversaciones fueron largas y tediosas, pero al final, los jóvenes caballeros se ofrecieron como voluntarios para un plan arriesgado. Se dividirían en dos grupos, en uno de ellos, Sir Langley y Sir Garric, acompañados de Sir Mark, un joven caballero del condado de Jagent. En el otro, Sir Gunner y Sir Loic, junto con Sir Cador, de Silchester.

Cada uno de estos grupos asaltaría las torres de vigilancia construidas en la rivera del río, las encargadas de dar la alarma a la ciudad en caso de asalto. Una vez estuvieran bajo control, se intentaría llegar a los barcos sin ser descubiertos, e inutilizarlos.

Sir Loic trató de ser sigiloso, pero por una vez, los nervios le fallaron y fue descubierto por los vigías. Rápidamente Sir Gunner salió a la luz, y aprovechándose de su apariencia sajona, trató de engañar a los vigías, lo suficiente para cogerlos por sorpresa.

Cuando se inició el asalto, el valeroso Gunner se aferró a ambos combatientes, dando tiempo a sus camaradas para subir a la torre, aunque fue ferozmente acuchillado en el proceso y cayó inconsciente. Su acto heroico sirvió para que sus camaradas consiguieran rendir la torre de vigilancia.

En el otro lado, las cosas no salieron tan bien como debían. Los caballeros asaltaron la torre, y se enfrascaron en un cruento combate, pero con infructuoso resultado. Tanto Langley como Garrick fueron derrotados, y el joven Sin Mark se vio enfrentado a tres sajones sonrientes, que se disponían a dar la alarma.

Nadie contaba con la valentía del caballero, que se arrojó sin dudarlo sobre los sajones, y antes de que estos reaccionaran, acabó con dos de ellos con dos certeros tajos. Pero a pesar de su arrojo y pericia, no pudo derrotar al último de los sajones, que lo dejó inconsciente.

El enemigo avanzó hacia los caballeros caídos, y alzó su arma, dispuesto a acabar con su vida, dio un paso… y una jabalina se hincó en su cuello, clavándolo directamente en la madera. Sir Cador, en un certero lanzamiento ¡¡había alcanzado al sajón desde la otra orilla del río!! Tal demostración sería motivo de leyendas, sin dudarlo…

Lo ocurrido después, los valientes caballeros lo supieron por los relatos de sus camaradas, pues ellos se hallaban convalecientes de sus heridas, y Sir Loic, nuevamente el único caballero intacto, los acompañaba. La intención del príncipe era tomarse un descanso más al norte, pero aún habría tiempo para que los caballeros mostraran que estaban hechos de la misma pasta que los héroes de las leyendas.

Mientras navegaban sufrieron el asalto de los restos de la flota sajona. Los britanos se aprestaron a defenderse como pudieron, Sir Loic subió a la cubierta, armado con su refulgente lanza, con la mirada al frente y el cabello ondeante, desafiando a los sajones a subir a su barco.

En ese momento escuchó un ruido a su espalda, miró hacia atrás, y una sonrisa se dibujó en su rostro. De las bodegas del barco, envueltos en vendajes ensangrentados, empuñando sus armas, tambaleantes pero orgullosos, los guerreros se unieron al Caballero de la Lanza para una última resistencia.

Lo único que podemos decir de esta batalla, es que esa noche, los peces cenaron carne de sajón…


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